Capítulo 22- Axel- Atado a mis errores
Si tengo la cabeza gacha más
tiempo me va a dar un calambre, y van a sospechar. Pero… ¿qué voy a hacer?
Tengo los nudillos rojísimos y pronto aparecerán cardenales. Es imposible que
no se den cuenta cuando vaya a comer. Dios… Joder, ¿por qué he sido tan
estúpido? Tendría que haberles dicho que no, que no me parecía bien venir a cenar
hoy. O haberme traído guantes. O yo que sé. Cualquier cosa. Pero ahora estoy
aquí. Y tengo que hacer algo. Necesito tiempo para pensar.
-
Emm… voy un momento al baño. Si viene el
camarero pedidle lo que queráis, no me importa-digo mientras me levanto, con
las manos en los bolsillos del pantalón.
Empujo a todo el mundo que me
corta el paso. Joder, ¿no se pueden quedar quietos en sus asientos? No, tienen
que levantarse a sacar tabaco de la maquina (donde hay una cola de unas cinco
personas), pedir una estúpida bolsa de patatas, otra cerveza, y mil cosas más
que podrían pedir desde su mesa. Joder… Estúpida gente…
Pero bien, al fin llego. Abro
la puerta y no me molesto en cerrarla. Entro en el baño donde hay un señor
dibujado. Aprieto el botón del grifo y seguidamente sale un chorro de agua.
Pongo el puño derecho bajo él. Y ahogo un grito de dolor. Me escuece, y la
presión del agua no ayuda mucho. Mejor la aparto y me voy echando agua más
lentamente. Sí, así duele menos, pero no veo ninguna mejora. Bueno, sí, la herida
está más limpia, pero eso hace también que se vea más roja. Mis nudillos están
al rojo vivo, y el simple contacto con el aire hace que me escueza. Joder,
ahora sí que no puedo hacer nada. Salgo del baño, el olor que había allí dentro
mezclado con este problema monumental que tengo, me empezaba a marear. Me quedo
en el pasillito de los lavabos unos segundos, en los que pienso… en nada.
Porque no hay solución. Dios…, como se enteren que he pegado a Melanie voy a un
internado pero ya. Me lo advirtieron, y esa advertencia me está golpeando los
nudillos como burla. JO-DER.
Doy unos cuantos paseos por
aquí, sin salir por completo del baño. Y no veo solución. Cuando llevo dos
vueltas dadas le doy una patada a la puerta del baño de señoras por mi
frustración. Al principio me siento mejor, con eso he conseguido quitarme parte
de la tensión que tengo acumulada. Pero cuando la puerta se abre, ruidosamente,
y veo a las dos últimas personas a las que me gustaría ver ahora mismo, me
arrepiento y mucho. Hoy la suerte me está dando una buena patada en el culo.
-
¿Qué hacéis vosotras aquí?
Se quedan calladas. Paso la
vista por encima de ellas. Anibel no puede hablar, tiene demasiado miedo. Y a
Melanie la he pillado por sorpresa, y supongo que en este momento le estarán
viniendo a la mente las imágenes de lo que ha sucedido antes. Que estúpida. En
estos meses que llevamos en el instituto he aprendido que el pasado es el
pasado, y que hay que machacarlo hasta conseguir destruirlo y olvidarte de él.
Y ella debería aprender eso también.
Al final, cuando el silencio se
hace incomodo, decide hablar Melanie.
-
Y tú, ¿qué haces aquí?- pregunta con una
monotonía en la voz que, si no lo supiera, pensaría que es un robot.
Pero yo eso de que me vacilen
no lo tolero.
-
Lo he preguntado yo primero, así que respondes
tu primero. ¿No te dije que no te quería volver a ver en mi vida?
Y, como siempre, gano yo.
Aunque no me gusta el tono que Melanie utiliza. ¿Quién se cree que es?
-
He venido a comer con… la familia. Eso está
claro, ¿no? Eres tú el que tiene que dar explicaciones del porqué has golpeado
la puerta de esa manera. Ah, y que yo sepa no tienes ninguna orden de
alejamiento contra mí. Más bien tendría que tenerla yo contra ti.
Flipo con la tía esta. Pero
decido ignorar eso último, porque tiene razón.
-
¿Qué yo tengo que darte explicaciones a ti?
¿Pero quién te crees que eres, chavala?
No responde, al menos no con la
boca. Pero me escruta con la mirada, buscando algo que le dé su respuesta. Y la
consigue rápido. Supongo que habrá sido por mi intento de meter las manos en
los bolsillos lo antes posible. Pero el roce con la tela no lo toleran mis
nudillos.
-
Entiendo. ¿No quieres que tus padres se enteren de
que has estado a punto de matarme?- Y en su rostro aparece una sonrisa de
satisfacción al ver que ha acertado de pleno.
Me quedo callado. La miro con
odio, odiando que sea tan inteligente. Bel sigue ahí, observando la situación.
Esta tía me pone enfermo.
-
Tranquilo, yo tampoco quiero que se enteren-
sigue hablando-. Por eso he venido aquí y tengo un estuche lleno de maquillaje.
Les he dicho que me he caído. Así que más te vale que escondas esas heridas o
te inventas otra víctima. Pero a mí ni me menciones si no quieres que te
denuncie.
Habla con una seguridad que
casi me hace vomitar en su cara. Me habla como si fuésemos iguales, y no. Yo
soy mucho más superior a ella. Aunque tiene razón. Y esa amenaza me hace
pensar. Podría hacerlo y mis padres se enterarían de todo.
-
Vale, déjame esas pinturas.
-
Mejor que te pinte Bel. Lo hace mucho mejor que
yo. Ya me ha tapado algunas heridas y no hay ni rastro de ellas.
-
¿La guarra esta? Pues no sé qué pintará porque
su cara no.
Bel se acerca a mí con la única
seguridad de tener a Melanie a su lado.
-
Observo mucho. Y sé cómo se hace-susurra sin
mirarme a los ojos.
Coge un botecito marrón del
estuche de Melanie.
-
Esto te va a doler bastante.
Casualidades enormes de la vida
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