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divendres, 6 de desembre del 2013

NUNCA SEREMOS PERFECTOS

CAPÍTULO 26- MELANIE- ESTO ES… ¿QUÉ?

Ayer la noche acabó de una forma bastante extraña. Ni siquiera sabría definir qué fue lo que pasó después de la confesión de Max, porque simplemente no lo sé. No cruzamos palabra en lo que quedó de noche. De vez en cuando un “Sí” o un “No” a sus características preguntas triviales. Pero nada más. Yo mantenía mi mirada hundida en la pizza de cuatro quesos que me quedaba por comer. Pero no me supo bien, un regusto a culpabilidad me giró el estómago y se me quitaron las ganas de comer. Pero me la comí. Después de haber escogido lo más caro de allí no iba a dejar el plato lleno. La verdad es que me sentí muy culpable, y ahora me siento aún más.
Cuando suena el despertador, a las 6:00 de la mañana, no sé si quitarle las pilas, apagarlo o atrasarlo otros cinco minutos. Sin embargo, juntando toda mi fuerza de voluntad, consigo levantarme. Tampoco podía hacer esperar demasiado a Maia, que ya sé cómo le sienta que a las 6 de la mañana tenga que esperar. La verdad es que no sé por qué le dije ayer que quedemos una hora antes de lo normal para ir al instituto. No sé, la verdad es que quiero hablar de algo con alguien para dejar de sentir este sentimiento tan extraño. Tal vez también ha pesado en mi decisión el hecho de que Max se levante a las 7:00, a la misma hora que yo me despierto normalmente. Hoy no me apetece ni verle. Se me caería la cara de vergüenza de las cosas terribles que le dije… Bueno, ya se me está cayendo ahora. Su historia, cierta o falsa, me ha hecho reflexionar y ahora lo entiendo todo un poco más. Tal vez antes estaba cegada ante la posibilidad de que mi madre tuviera un novio estable. O tal vez porque últimamente mi cabeza está llena de cosas que, absurdas o importantes, no me dejan ni respirar.
A las 6:15 salgo de mi casa con cinco galletas de chocolate en la mano. Como por el camino para no pensar demasiado. Todo esto se me hace grande. Y ahora está lo de Max, que tengo que empezar a quererlo como un nuevo “padre”.  Cuando llego, Maia todavía no ha llegado. Perfecto, ahora me tocará esperar a mí. Me siento en el banco y hundo mis manos en los bolsillos de mi sudadera con el fin de que se calienten un poco. El aire me revuelve el cabello y hace tiritar mi cuerpo. Tan concentrada estoy en el frio que tengo que no me doy cuenta de que alguien se sienta a mi lado. Cuando me toca el hombro, suelto un suspiro. Por fin, Maia.
-          Si que has tarda…- Digo, girando la cabeza hacia la izquierda.
Pero no, no es Maia. Y no sé qué frio es peor, si el que lleva el aire o el que me transmite la persona que tengo delante de mí.
-          Alex…- es lo único que consigo pronunciar con la sorpresa aun reflejada en el rostro.
Él, a diferencia de yo, no parece nervioso ni vergonzoso, sino más bien ansioso por decirme lo que me quiera decir.
-          Melanie, por favor, no te vayas antes de explicarte lo que te necesito explicar.
No me muevo del sitio. No sé si quiero escuchar, pero aunque no quisiera tendría que quedarme, pues soy incapaz de moverme del sitio, perdida en sus ojos. Él, ese silencio, lo interpreta como que puede seguir hablando.
-          Mira, aquella vez no te ayudé a levantarte porque… no sé, no sé por qué hice eso. La verdad es que soy un poco estúpido a veces. Pero es que yo sólo quería olvidarte porque sufría viéndote y no pudiendo estar contigo. Y pensaba que así dejaría de dolerme tanto. Pero me duele aún más…- explica, tan rápido que tengo que concentrarme para poder entenderlo- Y lo de ayer… Joder, ayer te juro que fue el peor día de mi vida. Sé que me vistes allí mirándote mientras Axel te salvaba. Y sé también que estás enfadada por no haberte ayudado yo. Pero tampoco me dio tiempo, porque Axel te salvó al momento de intentar matarte y…- De repente deja de hablar y se crea un silencio junto a su mirada, que me mata. Parece abatido y desanimado. Su estado de ánimo ha cambiado absolutamente desde sus primeras palabras. Tal vez se da cuenta de las cosas mientras las dice, y también de lo verdaderamente gilipollas que ha sido estos días- No importa. Ya no importa nada. He sido un estúpido todo este tiempo, soy un estúpido. Debí luchar por ti y en cambio me he escondido tras una esquina mientras contemplaba cómo te perdía. Lo siento. No quería molestarte.- Acaba mientras se levanta, con la peor cara que le he visto en mi vida.
Aunque tiene razón, estoy un poco enfadada por no intentar ayudarme, le agarro de la muñeca con fuerza para retenerlo aquí. No soy yo quien lo hace, sino mi instinto, mi corazón. No, no quiero que se vaya. Él me ha perdido antes, pero yo ahora no quiero perderle a él.
Lo miro. Le sonrío. Me sonríe. Y se va. Y esta promesa muda sí que estoy segura de que la cumpliremos los dos lo antes posible.
Mientras espero a Maia en el banco se me hielan las manos de nuevo. Ya no tengo tantas ganas de hablar con ella. Sí, sigo sintiendo que soy una mierda, pero no quiero que pregunte por esta sonrisa tonta que ha aparecido en mi cara y que no puedo hacer desaparecer. Aunque tampoco quiero.