Capitulo 4- La verdad sobre él, una mentira para mí - Melanie
Los pasillos están casi vacíos, y eso le da razones para ir
tan rápido como va. Prácticamente, corre. Me cuesta seguirlo, pues no quiero
empezar a correr porque los profesores que todavía vigilan los pasillos podrían
pararme para hablar conmigo sobre las normas. Y no es plan que justo hoy, un
día tan importante, sea la primera vez que lo hagan. Camino aún más deprisa
cuando veo que está a punto de llegar a su clase. Está en la puerta y su mano
se dirige al pomo. Alargo la mía para cogerle por el hombro y detener su
movimiento. Pero cuando va a abrir la puerta, cuando mis dedos rozan su
camiseta, se gira bruscamente y su mano impacta en mi cara. Mis pies se enredan
entre sí y mis manos hacen un baile extraño que incluso da miedo. Su cara está
borrosa ahora mismo. No sé si es de preocupación o de máxima felicidad. Cierro
los ojos y espero a caer. Y caigo, de culo. Intento no emitir ningún sonido de
dolor, aunque me den pinchazos agudos en el trasero.
-
¿Estás bien?- me pregunta Alex desde arriba.
Ni siquiera me ofrece la mano para ayudarme a levantarme. Se
queda ahí, mirándome con una cara de preocupación posiblemente fingida. Ni
siquiera se disculpa. ¡Tendrá morro! Ha sido él el que me ha tirado y ni se
molesta por parecer arrepentido.
-
Sí, más o menos- le respondo, intentando hacer
desaparecer la cara de dolor y levantándome con dificultad.
Nos quedamos unos segundos mirándonos. Noto como mis mejillas
empiezan a ponerse coloradas y decido que esta situación tiene que acabarse ya.
-
Eh… Emm… Esto… Si-siento no haberte saludado
antes. Es que… es que… Bueno, eso, lo siento.
A pesar de que haya sido grosero conmigo estos últimos
segundos, necesito intentarlo. Y, además, tampoco me he portado yo muy bien con
él al no saludarlo antes. Así que ya estamos igualados. Intento mirarlo a los
ojos. Pero no puedo. Alex no es que sea muy guapo, y es de mi misma estatura.
Pero aun así no logro controlar mis nervios.
-
No pasa nada. No tiene importancia. La verdad es
que me da igual si me saludas o no. Me es totalmente indiferente.
Me quedo paralizada. No parece él… O tal vez él es así y en
las redes sociales intente esconderlo. No me muevo. Ni siquiera reacciono. Y no
es por el significado de sus palabras, sino por el tono que ha utilizado al
decirlas. Su voz suena seca, monótona. Ahora mismo no expresa ninguna emoción,
y eso es, tal vez, lo que me causa más dolor. Pero ahora lo sé, ahora mis
pensamientos se han ordenado y ya no tengo ninguna duda.
-
Ah, bueno, si solo era para que no hubiera
confusiones. No me gusta que la gente piense que soy de una manera que en
realidad no soy. Todo arreglado, entonces. Así que, adiós.-Intento ser natural
y que este encuentro parezca casual.
Me giro sin volver la vista hacia él una última vez. Antes
de que haya dado la media vuelta él ya ha entrado en su clase. Me alejo de allí
sabiendo que lo he perdido. Antes creía que a lo mejor tenía alguna
posibilidad. No nos conocíamos mucho y era siempre él el que empezaba cada
conversación por el Facebook. Era simpático y muy atento. Siempre me dejaba
hablar sobre lo que me preocupaba o lo que me había pasado, y él se limitaba a
escuchar y a intentar que se solucionasen mis problemas. Pero ya está, nunca
fue nada. Lo he perdido. Pero… ¿acaso lo he tenido alguna vez? Y, además, si
esta es su verdadera personalidad, no lo quiero volver a ver en mi vida. Aunque
a veces las casualidades no son casualidades, sino una puñalada por la espalda
que te da el destino.
Cuando estoy a punto de llegar a mi clase veo correr a dos
personas hacia mí. Axel y Paula. Un futuro cani
y una futura choni (si es que no lo
son ya), como llamo yo a la gente como ellos.
-
¡Anibel! ¡¿Dónde estás?! Te estamos buscando…-
grita la chica, alegre, mientras el chico le ríe las tonterías.
Pobre chica. Y encima es dos años mayor que ellos. No sé cómo
no logra defenderse, si encima les saca una cabeza y media. Pero claro, sola
como está… Es triste.
Me paro ante la puerta de mi clase para ver hacia donde se
dirigen. Aunque en seguida me doy cuenta de que he escogido la opción
incorrecta. La mano de Axel me golpea la cabeza con fuerza y me despeina. No le
digo nada. Sería peor. Y más si le sumamos el cómo acabó nuestra amistad y
todas las amenazas de aquella tarde en la que primaria acabó y el verano
comenzó…
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